“Aunque frustren nuestras esperanzas, aún tengo la Esperanza puesta en Cristo Jesús”

Santa Semana 2025
Según la tradición, el papa convoca cada 25 años a celebrar un jubileo en toda la Iglesia para reconocer en él la grandeza del amor de Dios y cómo su misericordia y salvación se desborda en cada uno de los fieles. El Papa Francisco desea que en este año del Jubileo reflexionemos sobre la Esperanza, pues en "Esperanza fuimos salvados" (San Pablo a los Romanos 8, 24).
Las estructuras sociales son construidas y pensadas desde el corazón del ser humano y como son construidas desde intereses humanos tienden a la fragilidad, vulnerabilidad e inestabilidad, pues el mismo ser humano es herido en su corazón por la maldad y se deja corromper: "Nada más falso y enfermo que el corazón, ¿Quién lo entenderá?" (Jeremías 17, 9).
En estas estructuras sociales - y no solamente desde ellas sino también de manera individual- el ser humano siempre ha querido mostrar toda su brillantez: "vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos famosos" (Genesis 11, 4), presentando una serie de alternativas dispuestas a satisfacer muchas inquietudes, respondiendo así a las necesidades de otros que desean vivir una sociedad y un mundo mejor, llenándose de expectativas ancladas en esperanzas, que se tornan llenas de bondad y belleza, pero que se van atrofiando, cuando comienzan a aparecer la mezquindad, el egoísmo, la corrupción, la traición, la mentira, la avaricia, la ambición, la falsedad, la violencia, el soborno. Llevando a quienes están llenos de esperanzas, a momentos de desánimo, dudas y sentimientos de frustración.
Aunque suceda todo eso, tenemos una Esperanza que no defrauda (San Pablo a los Romanos 5, 5), que no nace del corazón humano sino que "nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz" (Papa Francisco, Spes non Confundit Nro. 3). Es una Esperanza que nos genera una manera nueva de estar en la vida. Una Esperanza que nos indica que nuestra vida no termina aquí; que nos encaminamos hacia una realización plena y feliz para no quedarnos anclados en lo que no debe ser o no pudo ser. Una Esperanza que nos pone en movimiento; es decir, a trabajar con la mirada en lo alto, pisando firme, anunciando y viviendo que sí es posible corregir nuestros errores convertidos en hábitos. Vivir en una Esperanza de no desesperarnos ante la maldad, en una Esperanza que nos llena, nos fortalece y nos anima a enfrentarnos a la maldad.
No hay ninguna situación, por muy difícil que sea, que no esté abierta al amor de Dios. No hay sufrimiento, problema, crisis, ni siquiera pecado, que no pueda convertirse en posibilidad de crecimiento, de renovación y transformación. Siempre habrá una salida, siempre habrá razones para vivir y motivaciones para seguir como Peregrinos de la Esperanza. ¡Este es el mensaje de la cruz, este es el mensaje del Resucitado!
Julio César Martínez Giraldo / Presbítero. Asesor
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