PILAR PARTICIPACIÓN

"Entonces pensé: "Dios le ha dado a esta gente el mismo don que nos dio a nosotros los judíos, porque creímos en Jesús, el Mesías y Señor." Y yo no soy más poderoso que Dios para ponerme en contra de lo que él ha decidido hacer.» Cuando los hermanos judíos oyeron esto, dejaron de discutir y se pusieron a alabar a Dios. Y decían muy admirados: «¡Así que también a los que no son judíos Dios les ha permitido arrepentirse y tener vida eterna!" (Hechos 11, 16-18)
Desde y por el sacramento del bautismo pertenecemos a la Iglesia Santa de Dios, donde cada uno está llamado a buscar la santidad. Esta llamada a la santidad de manera individual insta a cada bautizado a abrir el corazón al Dios de la vida y del amor anunciado por Jesucristo, para que transforme su existencia en una ofrenda agradable no sólo para Dios sino también para los demás. Pero no es una santidad que se busca sólo a la manera de cada quien, es una santidad enmarcada desde todo el pueblo elegido de Dios que es uno: "El pueblo elegido de Dios es uno: "Un Señor, una fe, un bautismo" (Ef. 4, 5); común dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, gracia común de hijos, común vocación a la perfección, una salvación, una esperanza y una indivisa caridad. En Cristo y en la Iglesia no existe desigualdad alguna en razón de estirpe o nacimiento, condición social o sexo" (Lumen Gentium (LG), Nro. 32).
Todos los bautizados en nombre de la Trinidad, reciben el sacerdocio común que los hace ser servidores en el pueblo santo de Dios siendo luz y sal (Mateo 5, 14) para la sociedad en la que viven: "Pues los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo, para que por medio de todas las obras del cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable (cfr, 1Pe 2, 4-10). Por ello todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (Cfr. Hechos 2, 42-47), han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cfr. Rom. 12, 1), han de dar testimonio de Cristo en todo lugar y, a quien se la pida, han de dar razón de la esperanza que tienen en la vida eterna (cfr. 1Pe 3, 15)" (LG, Nro. 10).
Es por este sacerdocio común donde cada bautizado participa responsablemente en la edificación de la Iglesia para el bien común: "Los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles" (Evangelii Nuntiandi nro. 73).
Esta participación activa a la que impulsa el Espíritu, nos invita a despertar y estar atentos a dos tentaciones que se pueden presentar: El Elogio del Poder: Imponer nuestra propia voluntad. Afán del dominio y del mando. No somos súper poderosos. Y el elogio del Narcisismo: preocuparse sólo de sí, excluyendo a todos los demás, que todo gire en torno a sí mismo, sólo lo mío cuenta.
Siendo consecuentes desde esta participación que se ha de tener en la Iglesia, el Servicio de Comunión de la Renovación Católica Carismática de Medellín dentro del Pilar de la Participación tiene el propósito de promover y trabajar por la unidad en el cuerpo de Cristo con todas las realidades carismáticas que estén en comunión con la Iglesia (Comunidades, grupos de oración, ministerios, asociaciones de fieles, escuelas de evangelización, comunidades religiosas y fraternidades). Para esto contará con miembros que representan a todas las realidades carismáticas, los cuales estarán comprometidos a servir a la unidad de todos a través de la comunión, la oración y mediante la cooperación para ayudar a profundizar y promover el Bautismo en el Espíritu Santo y el ejercicio de los Carismas.
¿Para qué promover el Bautismo en el Espíritu?
"Hoy quisiera extender esta invitación a todos: redescubramos, queridos hermanos y hermanas, la belleza de haber sido bautizados en el Espíritu Santo; volvamos a tomar conciencia de nuestro Bautismo y de nuestra Confirmación, manantiales de gracia siempre actual. Pidamos a la Virgen María que obtenga también hoy para la Iglesia un renovado Pentecostés, que infunda en todos, de modo especial en los jóvenes, la alegría de vivir y testimoniar el Evangelio" (Papa Benedicto XVI Regina coeli, Domingo de Pentecostés, 2008)
El Papa Benedicto XVI explicó que la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés fue "como coronamiento de toda la misión de Jesús", el don que quiso darnos por su muerte y resurrección. "Nos está llamando a una renovación de las gracias del bautismo y la confirmación de una manera que se vincula directamente con la efusión del Espíritu en Pentecostés. Más aún, es plenamente consciente de la utilización de este término en la Renovación, para la gracia que ha transformado las vidas de tantos millones de cristianos" (cfr. https://www.charis.international/es/bautismo-espiritu-santo/).
Así́ la Renovación Católica Carismática (RCC) es en cierto sentido, la portadora de una gracia que pertenece a toda la Iglesia y está dirigida a la renovación de toda la Iglesia. Sin embargo, al mismo tiempo debe reconocerse que la RCC es también un movimiento específico en la Iglesia con su propia y distintiva espiritualidad, estructuras, maneras de orar y patrones de vida cristiana. Dios hizo surgir la RCC para atesorar y amparar la gracia del Bautismo en el Espíritu de un modo particular, pero no es la única manera de responder a esta gracia.
San Juan Pablo II exhorta a los fieles a apreciar los diversos carismas expresados en los distintos movimientos eclesiales: "Todos, Pastores y fieles, estamos obligados a favorecer y alimentar continuamente vínculos y relaciones fraternas de estima, cordialidad y colaboración entre las diversas formas asociativas de los laicos. Solamente así́ las riquezas de los dones y carismas que el Señor nos ofrece puede dar su fecunda y armónica contribución a la edificación de la casa común" (Exhortación apostólica Christifideles Laici, Nro. 27).