PENTECOSTES 2025

"REBOSAR DE ESPERANZA POR EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO"

Romanos 15,13

Una de las grandes tentaciones que tenemos en la vida es desesperar. Basta simplemente pasar una mirada por los noticieros y escuchar atentamente para decir que el mundo de hoy no está muy bien que digamos, pues, en su corazón, el ser humano está gravemente herido y enfermo: "Nada hay más falso y enfermo que el corazón, ¿Quién lo entenderá?" (Jeremías 17, 9). La vida de las personas va perdiendo empuje y entusiasmo, se torna aburrida y pesada, el cansancio del hacer y del no hacer va agotando sus ganas de vivir; la indiferencia, la quietud y la pereza en la vida van aumentando cada vez más. Ya no hay alegría con la que se levanten para contemplar el regalo de un nuevo día, se está dejando de reconocer su bello esplendor y todo lo hermoso, haciendo con esa actitud, que se precipiten al hastío llevando una vida frívola y vacía sin afrontar el sacrificio y las adversidades como signos inspiradores en la vida de crecimiento humano y espiritual, optando por andar a la ofensiva y amparándose en la ley de la selva: la supervivencia, venciendo el más fuerte y acabando con el más débil. Sin embargo, no quedan satisfechos con lo que consiguen.

Para el cristiano, la esperanza tiene un nombre: ¡Cristo Resucitado!: "Cristo Jesús nuestra esperanza" (1 Timoteo 1, 1). Es en él y desde él donde renacemos a una Vida Nueva. Es desde él donde siempre encontramos razones para vivir y motivaciones para seguir esperando.

Dice Hechos 2, 4 que el día de Pentecostés, aquel grupo que había recibido la noticia de ¡Jesús, ha Resucitado!, "quedaron llenos del Espíritu Santo" y empezaron no sólo a hablar de la Buena Noticia, sino que también vivían desde y con la presencia siempre viva del amor de Dios. Es desde el Espíritu Santo donde se nos revela una nueva manera de ver y de estar en el mundo. Una manera distinta de enfrentarse a la vida, es tener un estilo de vida enraizado en Cristo Jesús. Con la presencia del Espíritu se nos muestra que esta historia de vida no termina condenada a la mezquindad del corazón humano, sino que es bendición y presencia de Dios. Es el Espíritu el que nos revela la Verdad de Dios, su amor y entrega a cada uno de nosotros. Es el Espíritu que nos mueve a ser audaces para enfrentar al mal con la fuerza del bien (Romanos 12, 21). Es el Espíritu el que nos hace "esperar contra toda esperanza" (Romanos 4, 18), es el que en la desesperación aparece siempre como el Consolador haciendo resonar en nuestros corazones que Cristo ha vencido: "en el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Juan 16, 33), y recreando permanentemente en nuestros corazones que somos hijos de Dios: "el Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados (Rom 8, 16).

¡Rebosemos de Esperanza¡ esta es la tarea que nos pone la celebración de Pentecostés porque somos portadores del Espíritu Santo.

Pbro./ Julio Cesar Martínez Giraldo / Asesor RCCMedellín